Desde los años ochenta llevo
realizando trabajos de fauna por lo que hoy es el Parque del Turia en Valencia
(España) y jamás había visto esta grande y obscura ave pescando por este río. Me
produjo alegría por encontrarme con una nueva especie que completaba mis
observaciones de aves en 112 especies.
Pensé que estaban haciendo una escala en su posible migración hacia
nuestros humedales, como la Albufera de Valencia.
Era una solitaria pareja que semisumergidos, con sus largos cuellos
verticales y las cabezas ligeramente inclinadas hacia arriba, altaneras, navegaban
por el modesto río Turia, angostado, en uno de sus remansos, realizando
inmersiones sin casi mover el agua, para desaparecer buceando un buen rato,
cerca de medio minuto, en busca de los
peces con los que se alimentan.
Tras varios intentos apareció uno de ellos con un enorme barbo en su pico
ganchudo, del que el desgraciado pez no podría escapar. Ahora vería si sería
capaz de tragarlo, lo dudaba, pero ante mi asombro fui testigo de que no le
costara demasiado. Le dio la vuelta al pescado en el aire para encarar la
cabeza hacia su garganta con las escamas a favor, y acto seguido la presa
resbaló por el interior de su cuello, que tomaba la forma del pez mientras
descendía, hasta desaparecer en su oscuro pecho.
No pude reprimir una exclamación. Jamás los había observado tan cerca
pescando y tragando semejante presas por aquel aparente esbelto cuello con tan
sorprendente facilidad.
Ahora pensé que a esta máquina de
pescar le debía resultar muy fácil depredar en un río como este, al dejar
bloqueado por sus márgenes la escapatoria de estos ciprínidos y otras especies con
cierto tamaño como las truchas o incluso las anguilas, su bocado preferido.
Pasé una buena temporada sin volverlos a ver, hasta que un día que andaba
por el monte sobre el río vi pasar un bando de unos quince, volando enfila,
siguiendo el cauce, por aquellos últimos angostos del Turia.
Los seguí con los prismáticos y pude apreciar que descendieron todos al
mismo lunar entre la fronda de sus márgenes. Tomé referencia y algunos día
después visité la zona.
Cuando llegué a la altura del tramo donde los había visto descender no pude
descubrí a ninguno, las rocas y los árboles mostraban el blanco de sus excrementos
con enormes manchas blancas de forma muy llamativa, así que frecuentaban esta
zona del río.
Indudablemente era un lugar de descanso y aseo para esta especie, así que
tras limpiar la maleza, formando un túnel, para que en un futuro no me
descubrieran, llegué hasta la orilla de un enorme remanso, desde donde ahora apreciaba
más claramente la predilección del lugar por aquellas grandes aves eminentemente
piscívoras.
Con vegetación confeccioné un escondite entre las cañas, reforzado con una
tela de camuflaje y esperé un par de horas los resultados de mi proyecto.
Una serie estruendos en el agua a unos cincuenta metros río arriba me
pusieron en guardia. Seguramente estaban “amerizando”, pero no llegaba a verlos;
lástima.
Encendí la cámara y me preparé emocionado, pues iban llegando ante mí.
¡Estupendo! Los tenía delante a corta distancia, no como en la Albufera que
siempre los veía de lejos y nunca me permitieron pillarlos tan cerca, ni embarcando.
Un disparo al más próximo y nada, ni siquiera dirigió la mirada hacia mí.
Nuevamente repito, allí no se inmutó ninguno, así que ya sin discreción comencé
a realizar mi nuevo reportaje en un lugar donde jamás se me había ocurrido que
hubiera podido hacerlo, como que se dice “a huevos”.
Conforme llegaban se subían a las rocas o preferentemente a unos troncos de
árboles muertos que sobresalían del agua, allí abrían las alas y se quedaban en
esta postura para secarse, daba la impresión que su plumaje no era muy
impermeable, luego engrasaban las plumas con ese magistral aceite que tomaban con
el pico de la glándula uropigial, situada en la base de la cola; mi cámara
“echaba humo".
Fotografías del autor.
Manolo Ambou Terrádez
Excelente como de costumbre. Un abrazo Manolo.
ResponderEliminarComo todos tus deleitantes artículos, sencillamente ¡maravilloso!
ResponderEliminarMAgnífico Manolo. Un abrazo.
ResponderEliminarPrecioso el reportaje y las fotos. Fenomenal Manolo.
ResponderEliminarUn precioso apunte de los que podría llegar a ser nuestro parque del Turia
ResponderEliminar... cuanto sabes, tio¡¡¡
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